ITALIA: EL NUEVO MOVIMIENTO DE LOS ESTUDIANTES Y LA LUCHA CONTRA LA ESCUELA CLASISTA
Cuando, con un cierto carácter cíclico, el movimiento de los estudiantes medios vuelve a ocupar las escuelas y manifestarse en las plazas, el punto de partida es generalmente el de un conjunto de reivindicaciones particulares. El límite inicial de tales reivindicaciones es siempre el mismo. En realidad todas ellas remiten a una cuestión de fondo que raramente viene asumida y puesta al centro de la iniciativa. En estos casos el resultado es que el movimiento, así velozmente como había nacido, así mismo velozmente se dispersa y muere, dejando la situación sustancialmente invariable. La cuestión de fondo es la del carácter de clase de la escuela y en general de la instrucción pública. Hablar de una “escuela clasista” significa ser conscientes de que todo, en tal escuela, está dispuesto previamente para servir a los intereses y las finalidades económicas, políticas e ideológicas de las clases privilegiadas y para discriminar a los estudiantes provenientes del proletariado y de las masas populares.
En particular esta escuela, clasista al fin, quiere evitar que las clases sociales económicamente menos privilegiadas puedan usufructuar una instrucción adecuada a las posibilidades de un efectivo conocimiento de la realidad, entendida no solo como la “realidad dada” sino, sobre todo, como el resultado de la evolución y de las luchas de clase de la entera historia de la humanidad.
Una escuela clasista mira en última instancia a seleccionar y corromper ideológicamente una parte restringida de los estudiantes provenientes de las masas populares y a lanzar a la otra en un mundo enajenado, hecho de cultura basura, de precariedad, de desocupación y de vulgar individualismo.
Sin luchar contra la “escuela clasista”, cualquier movimiento de los estudiantes no puede sino recaer en la confusión, en la fragmentación y en la impotencia. No puede sino perder sentido y significado colectivo y terminar por sostener, en último análisis que esta escuela así como fue producida históricamente e ideológicamente por la burguesía para conseguir los propios objetivos y continuar así a mantener en la opresión, en la explotación y en la ausencia de perspectivas, la que de hecho es, aún en un país como Italia, la mayoría de la población.
La lucha contra la “escuela clasista” es el objetivo más alto y significativo que pueda ponerse un movimiento de los estudiantes que no se proponga nuevamente ulteriores y más vastas finalidades sociales, políticas y culturales, pero en este último caso, el movimiento cesaría de ser un movimiento puramente estudiantil y se volvería un movimiento, probablemente revolucionario, como precisamente sucedió con el movimiento de los estudiantes del Sesenta y ocho.
No se ha dicho para nada que poner al centro, en modo consciente y determinado, la lucha contra una “escuela clasista” significa poder realmente conquistar una escuela democrática, igualitaria y culturalmente crítica. Más bien en principio no se puede tener una escuela no clasista en una sociedad clasista. Esta verdad de fondo no significa que no se necesita luchar sino que, al contrario, la lucha contra la escuela clasista es, para el movimiento de los estudiantes, el modo mejo para iniciar a tomar conciencia de la realidad social y política y de las propias efectivas posibilidades de repercutir en ella con el fin de cambiarla.
Cada paso real, pues, realizado en la lucha contra la “escuela clasista” es un paso de gran significado e importancia colectiva. No así una simple reforma de la escuela, que después en realidad no se comprende nunca que cosa pueda significar concretamente, si no una tentativa de renovar y restaurar en modo hipócrita e instrumental la fachada de una institución escolar reaccionaria y en descomposición, sino la lucha por la única “reforma” posible necesaria: una escuela única, en conjunto humanística y científica, que rompa todas las distinciones entre escuelas de serie A y escuelas de serie B, que prepare no a ser miserable clase dirigente o, mejor, dominante de un lado y a ser masa precarizada por el otro, sino a una cultura multiforme caracterizada por un espíritu racional y por tanto crítico, que sirve a la lucha de las clases oprimidas y explotadas por la propia emancipación y con ella por la liberación de toda la humanidad por los monstruos de la explotación del hombre por el hombre, de las guerras imperialistas y del fascismo.
La escuela no debe preparar para el mundo del trabajo y no debe tener nada que ver con un oprobio como el de la llamada alternancia escuela – trabajo, sino que debe en cambio servir para adquirir el conocimiento de que lo que se define como mundo del trabajo, así como la entera estructura económica y superestructura estatal e ideológica de esta sociedad, se rige sobre la división antagonista entre clases sociales que no pueden tener intereses comunes.
Entonces derribamiento de todas las divisiones entre los diversos órdenes y direcciones de la secundaria superior y, al mismo tiempo, introducción de una nueva cultura crítica capaz de hacer frente y de desestructurar esa pseudocultura ideológicamente connotada además de nociones abstractas o sea deliberadamente ajena a las contradicciones reales, que caracteriza los programas y la enseñanza actual. Arrancar entonces espacios crecientes a la escuela y a la cultura clasista.
Obviamente, marchar en esta dirección quiere decir lidiar con el hecho de que una escuela de clase puede reproducirse solo porque está fundada sobre un cuerpo profesoral y administrativo burocrático y momificado que, de frente al desarrollo de un movimiento como el de los estudiantes, está acostumbrada a solicitar la intervención policial y gobernativa y la de los partidos, de los sindicatos confederales y de las instituciones eclesiásticas, con el fin de intimidar, confundir y dividir a los estudiantes. Entonces la lucha contra el autoritarismo y la represión es una exigencia vital si se quiere realmente cambiar la escuela, así como la lucha contra las instituciones, los partidos de poder, los sindicatos confederales (CGIL, CISL, UIL) y las jerarquías eclesiásticas, sin olvidar que tarde o temprano los fascistas se presentarán armados y dispuestos a todo y que por tanto es necesario prepararse para contraatacar golpe sobre golpe.
En fin, estaría bien recordar las mejores lecciones del pasado, en particular las del Sesenta y ocho y de los años inmediatamente sucesivos, cuando los estudiantes salían de las escuelas para reunirse con los obreros y otros sectores de trabajadores explotados, cuando los estudiantes convocaban asambleas públicas para promover relaciones políticas y sociales de intercambio y solidaridad de clase, cuando en fin se obraba para volver efectivamente agente y no solo vacía fórmula propagandística el eslogan “estudiantes y obreros unidos en la lucha”.
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