BASTA CON LOS ENREDOS Y LAS PAMPLINAS:
¡NO AL ESTADO DE EMERGENCIA POR LA GUERRA IMPERIALISTA!
¡NINGUNA CONFIANZA EN ESTE ESTADO: FUERA DE EUROPA, FUERA DE LA OTAN!
Hace solo un año aún la globalización era celebrada como el ascenso a una nueva era de desarrollo y de prosperidad. Hoy no pasa un día en el cual el capitalismo no muestre su verdadero rostro: crisis económica, empobrecimiento de la clase obrera y de las masas populares, emigraciones bíblicas de poblaciones reducidas al hambre por las multinacionales y los grandes bancos, etc. A todo esto hoy se agrega la carrera hacia la III guerra mundial y, en estrecha relación con ella, la instauración del fascismo a escala planetaria.
La lucha por una nueva repartición del mundo es una tendencia inherente a la naturaleza capitalista e imperialista de las diversas potencias; en primer lugar los EE.UU y Europa por una parte y Rusia y China por la otra que, día tras día, buscando conquistar nuevas esferas de influencia políticas y militares, nuevos mercados y nuevas materias primas, alteran en modo irreversible todo un complejo de delicados equilibrios estratégicos, generando así un proceso competitivo que puede encontrar una desembocadura solo en la III guerra mundial.
En este cuadro Italia sobresale por la grotesca contradicción entre su aspiración a estar entre los primeros de la clase y su miserable realidad de país semi-dependiente que en pocos decenios disipó el núcleo portador del propio sistema industrial cediéndolo a las potencias extranjeras y que hoy sobrevive a los márgenes de los países imperialistas más fuertes buscando no perder ocasión para lanzarse en aventuras militares de todo tipo para disputar a los propios concurrentes pequeñas áreas de influencia político-militar y económica.
Una Italia bien representada por un general a la cabeza de la presunta guerra contra el coronavirus. Lo que al Estado italiano parece hoy cosa bien hecha y hasta meritoria, o sea poner un militar a la cabeza de la gestión de una emergencia sanitaria, habría parecido sin embargo un oprobio a los liberales de los países más avanzados del siglo XIX, que sabían bien que hacer coincidir demasiado directamente sociedad civil y sociedad política es siempre muy riesgoso desde el punto de vista de la gestión del consenso sobre los “gobernados”. Por otra parte todo esto está bien demostrado desde el mismo final desastroso del “Estado ético” de Mussolini, que en pocos decenios suscitó una guerra popular antifascista que amenazó seriamente con transformar el propio capitalismo italiano.
Pero como es de notar por la historia es difícil aprender, sobre todo cuando están por medio los intereses económicos de pocos con perjuicio de muchos. Y así, hoy asistimos al enésimo capítulo de la política italiana, ese relativo a la prolongación hasta el 31 de diciembre del Estado de emergencia. Hace pocas semanas, en consideración de la además insensata tesis de la transformación de la pandemia en endemia, se proclamaba a viva voz la cercana conclusión del Estado de emergencia. Hoy en cambio se prevé, mezclando evidentemente los papeles, renovarlo y prolongarlo, de hecho indefinidamente, en nombre de la necesidad de asistir a los prófugos ucranianos. Difícil no ver el burdo engaño que está detrás.
Lo que de hecho se decidió es un “Estado de emergencia extraordinario” para garantizar las mejores condiciones posibles a una misión de guerra que esta vez, va a confrontarse directamente juntos a los otros países de la OTAN, a los EE.UU y a Europa, en el plano de la confrontación bélica con la potencia imperialista rusa y, en prospectiva, también con la potencia imperialista china. Qué cosa se pueda hacer con la declaración del Estado de emergencia nos lo han mostrado bien estos dos últimos años con la instauración de hecho, a fases alternas, de un régimen burocrático militar con relativa supresión de las libertades políticas, sindicales y personales. Todo esto, recordemos, no para garantizar una lucha más eficaz contra la pandemia, sino para evitar que el semi-colapso de la sanidad con relativa criminal descarga de la misma pandemia sobre las masas populares, pudiese traducirse en una sacrosanta revuelta generalizada. Modelo burocrático-militar de aproximación a la emergencia sanitaria que iba aproximándose cada vez más peligrosamente a aquel relativo a la gestión, efectivamente puesta en marcha en los EE.UU en el 2005, de la revuelta popular estallada en Nueva Orleans, en Louisiana, como consecuencia del huracán Katrina que había reducido al hambre a decenas de miles de personas privadas de la posibilidad de evacuar la ciudad. Revuelta que fue domada matando en el lugar a los “saqueadores” y encerrando 20.000 personas sin asistencia y sin alimentación en un estadio de la ciudad.
Y así el Estado italiano, mientras por un lado da otro paso hacia adelante en dirección a esa identificación entre “sociedad política” y “sociedad civil”, dicha en otros términos “Estado ético” o más comúnmente “fascismo”, por el otro lado piensa bien preparar un nuevo esquileo de masa de los trabajadores italianos, dejando subir los costos de los carburantes, de la calefacción, de la energía eléctrica y de los artículos de primera necesidad y haciendo pagar a los contribuyentes habituales armamentos y medios militares proporcionados gratuitamente en gran cantidad al ejército ucraniano, sin hablar de las varios ejercicios militares cada vez más frecuentes dentro del territorio nacional. Todo esto junto al envio a los confines con Ucrania de miles de soldados, muchos de ellos las llamadas tropas escogidas y veteranos de otros empresas de “pura italianidad” en Somalia, Yugoslavia, Afganistán, Libia… acompañado por el cierre de los espacios aéreos a Rusia así como por otras tremendísimas sanciones como el bloqueo de los cajeros a los turistas rusos en Italia, la censura de las conferencias que tienen como objeto la celebración de la Historia, de la cultura y de la literatura rusa, etc. En fin, una verdadera y propia declaración de guerra a Rusia en contra del artículo 11 de la Constitución y como demostración de que la Carta Constitucional vale como el papel de desecho en el momento en el cual las clases dominantes reaccionarias italianas, unidas a los intereses del capitalismo monopolista industrial y financiero y a las grandes rentas, deciden que llegó la hora de liberarse.
De frente a esta realidad de hecho, confiar en la propaganda y en las justificaciones presentadas por este Estado corrupto y decrépito significa ponerse en las manos del lobo. No hay defensa posible, no hay conquista posible sin la organización directa, política y económica de los proletarios y de los elementos más avanzados de las masas populares y de los pequeños intelectuales.
Pero no se puede construir nada de todo esto y por consiguiente tampoco una real oposición a la guerra imperialista sin tomar distancia de los enredos y las pamplinas propinadas cotidianamente por este Estado y con él por la nueva santa alianza entre fascistas, socialfascistas y pacifistas hipócritas e hilo OTAN.
Solo un gobierno democrático y antifascista impuesto con la organización y la lucha desde un frente popular compuesto por la clase obrera, por las masas explotadas y por los pequeños intelectuales puede sepultar el fascismo y el socialfascismo y bloquear la implicación de Italia en las políticas de guerra.
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